JORDANIA: POR LA RUTA DE LOS REYES

Las condiciones de nuestro viaje mejoraron notablemente, con respecto a los últimos países visitados, en nuestro recorrido por el Reino Hachemita de Jordania.

Atravesamos el país de Sur a Norte, entre el puerto de Aqaba, sobre una estrecha faja costera en el Mar Rojo, hasta la frontera con Siria, unos 600 km. de pedaleo por un terreno desértico y muy quebrado. Estas características geográficas hicieron que algunas jornadas fueran muy difíciles, con mucho calor, sol a pleno y subidas de muchos kilómetros con una pendiente de inclinación importante. Pero esta topografía complicada para el ciclismo es la responsable de hermosos paisajes y fantásticos sitios históricos, como la escondida ciudad de piedra, Petra, o el desierto de los beduinos de Wadi Rum.

El único detalle molesto de la travesía es la costumbre inexplicable de los chicos jordanos (entre pequeños de 10 y grandotes de 20) de arrojar piedras a los ciclistas. La experiencia no es exclusivamente nuestra; sabíamos de este problema por relatos de otros viajeros y advertencias de guías como la Lonely Planet, y lo confirmamos en la práctica, aunque fueron contadas las ocasiones y no nos acertaron nunca. Los veíamos desde lejos..., corrían y gritaban, preparaban las piedritas, saludaban cuando pasábamos con un burlón "alo!" y, si se animaban, porque los veníamos mirando feo, tiraban el piedrazo. Parábamos, un par de gritos y retos fácilmente comprensibles por el tono a pesar de la diferencia de idiomas, salían corriendo o se quedaban parados, a veces nos toreaban, pero se acababan las piedras. Un par de veces hubo adultos cerca que intervinieron en favor nuestro, pero la mayor parte de las veces se trataba de banditas de chicos sueltos.

Difícil explicarse las razones de este "hobby". Quizá una combinación de bicicleta (no hay ciclistas en Jordania, ni siquiera bicicletas de paseo o reparto), el hecho de ser extranjeros, y travesuras de chicos acostumbrados a pastorear las cabras a piedrazos (como vimos varias veces) sea la clave. Pero por suerte no paso de cuatro o cinco incidentes.

El episodio de las piedras es, sin embargo, un detalle menor en una travesía que nos llevo por lugares interesantes con una frecuencia que no habíamos vivido en etapas anteriores. Ya en Aqaba, a donde llegamos en barco desde el Sinai, el trato de los jordanos nos resulto agradable y la población, aun siendo musulmana, mucho más abierta en sus costumbres que los egipcios. En esta ciudad, la única playa del país, disfrutamos de caminar de noche por una urbe con comercios y mercados abiertos hasta tarde, visitamos algunas ruinas islámicas y el famoso castillo que los árabes, encabezados por el príncipe Hussein y Lawrence de Arabia, tomaron en 1917 para poner fin al dominio de los turcos otomanos sobre la península arábiga. También nos vino bien para descansar del desgaste de las situaciones molestas que habíamos vivido anteriormente.

Dejamos Aqaba internándonos en el desierto hacia el Área Protegida de Wadi Rum. Salir de la ciudad costera nos significo una subida de casi 30 km. entre el nivel del mar y los 1.100 metros de altitud, bajo un sol deshidratante. El ascenso nos llevo más tiempo del imaginado y, cuando tomamos el desvío para Wadi Rum, pronto nos encontramos pedaleando de noche. Encontramos un edificio iluminado que resulto ser el cuartel de la Real Policía del Desierto, un famoso cuerpo militar jordano, donde nos permitieron acampar en las afueras. Al otro día, remontando una cuesta con fuerte viento en contra, llegamos al maravilloso paisaje del Wadi Rum.

Wadi Rum es mencionado por Lawrence de Arabia en su libro Los siete pilares de la sabiduría, pero es un poco injusto que su fama provenga de un extranjero que estuvo un par de años por la zona cuando se trata del milenario hogar de los beduinos árabes. Los paisajes son, además, impactantes: rojas arenas quebradas por macizos montañosos erosionados por el viento, hogar de nómades del desierto y de ruinas antiguas de los nabateos, el pueblo árabe preislamico que desarrollo un emporio comercial en la Antigüedad clásica. Recorrimos el lugar caminando, teniendo buen cuidado de cubrirnos la cabeza para evitar la insolación (no en vano los beduinos usan sus conocidos atuendos) y de proveernos de abundante agua. Recorrer a pie la zona fue una de las experiencias más atrapantes de todo nuestro viaje.

Ver las fotos del trayecto Aqaba – Wadi Rum.

Saliendo de Wadi Rum tuvimos una jornada larga y difícil hasta Wadi Musa, el pueblo vecino al extraordinario sitio arqueológico de los nabateos, Petra. Tomamos primero la autopista del desierto, amplia y cargada de camiones que traen crudo desde la vecina Arabia Saudita, hasta desviar por la llamada King's Highway, la ruta de los Reyes. Antes, una subida kilométrica a pleno sol nos exigió a fondo. Al tomar la Ruta de los Reyes, sin embargo, el ascenso continuo por varios kilómetros más, por un paisaje más agreste y pedregoso. Después, alternando subidas lentas y bajadas veloces, llegamos hasta la proximidad de Wadi Musa, donde un último descenso, por fin, nos llevo al pueblo. Ya había oscurecido pero, por la importancia de Petra para el turismo, la ruta se convirtió en una autopista iluminada por la que llegamos cómodamente hasta el centro de la ciudad.

Visitar Petra nos insumió dos días, debido a sus dimensiones. Los nabateos que la hicieron su capital dominaron un nudo esencial del tráfico de caravanas en esa zona de Oriente, hasta que fueron conquistados por los romanos en 106 DC. En el interín, construyeron una de las ciudades más extraordinarias de la Antigüedad, a la que se entra por una estrecha garganta llamada Siq. Ver desde allí Al Khazneh, la tumba más elaborada y mejor conservada de Petra, aun rodeados de una multitud de turistas, es una experiencia incomparable. Construida sobre las murallas de piedra de un wadi, con tumbas de hermosas fachadas excavadas en la roca, la antigua ciudad se extiende a lo largo de un valle montañoso de varios kilómetros de largo, repleto de recovecos y con una avenida pavimentada con grandes piedras, primero por los nabateos y posteriormente por los romanos. Varios grandes templos dedicados a los dioses de la Antigüedad clásica dominan la parte más abierta de la metrópoli, y una iglesia bizantina con hermosos mosaicos testimonia la ocupación del lugar por varios siglos.

Hacer un recorrido por Petra, la ciudad de los nabateos.

De Petra fuimos hasta Dana, una reserva de biosfera que se interna entre la meseta que va bordeando la King's Highway y la depresión del Mar Muerto. Previamente, habíamos pasado por el castillo cruzado de Shoubak, objeto de cruentas batallas entre cristianos y musulmanes hace casi mil años.

Antes de llegar a Dana, en medio de una dura subida atravesando un pueblo, tuvimos el primer piedrazo, de parte de una bandita de adolescentes que jugaba al fútbol. inmediatamente después de superar esta situación, que no pasó a mayores, una impresionante bajada nos exigió los frenos durante tres kilómetros de aguda pendiente. Controlando la velocidad, pudimos también evitar que un pinchazo en la rueda delantera nos diera por tierra. Cuando llegamos a Dana, un pueblito antiquísimo, nos encontramos con un contingente de franceses, que nos ametralló a preguntas. Con ellos compartimos momentos agradables, y también con Rusty, un norteamericano experto en trekking por Nepal y Tibet.

Las siguientes etapas, pasando por Kerak y Mádaba, fueron de duras cuestas para atravesar los profundos valles provocados por los wadis que, al revés de los cruces de cordilleras, bajan primero para subir después la misma altitud, más o menos mil metros de desnivel en ambos sentidos. Después de cruzar el ültimo, que nos llevó a la bíblica ciudad de Mádaba, nos encontramos con Anne Marie, una francesa que venía a pie desde Europa Occidental. Nos sacó una foto para demostrarle a los padres que había, según dijo, gente más loca que ella. Queda a criterio de los lectores la veracidad de esta afirmación. Minutos antes habíamos vuelto a encontrar ciclistas viajeros, un irlandés y dos belgas, los primeros desde el eslovaco Rudy en el sur de Tanzania.

Después de este duro tramo de la King's Highway, donde no solo subimos desniveles de más de mil metros en tres ocasiones sino también soportamos varios altercados con los chicos tirapiedras, llegamos a Mádaba, donde abundan los restos de las iglesias bizantinas que, entre los siglos VI y VIII, florecieron en la zona. Estas iglesias albergaban maravillosos y complicados mosaicos, uno de los cuales, ubicado actualmente dentro de un templo Ortodoxo Griego construido a fines del siglo XIX, es una completo y detallado mapa de las tierras bíblicas. Aunque hoy se conserva un tercio del original, se conoce que el mosaico primitivo tenía alrededor de dos millones de piezas.

Finalmente llegamos a Amman, la capital jordana, una ciudad que no nos llamó mucho la atención, pero donde recibimos unos fundamentales repuestos que nos envió nuestro amigo Estanislao Carenzo desde Madrid, cruciales para seguir nuestro trayecto en países donde es muy difícil conseguir materiales de calidad para la bicicleta, fundamentalmente cubiertas, cámaras y rayos. En la capital estuvimos unos tres días recorriendo su ciudadela, con ruinas y restos arqueológicos que abarcan miles de años de ocupación, desde los antiguos moabitas y cananeos hasta los romanos, bizantinos y árabes. Un palacio omeya, reconstruido, domina la escena. También en Amman se puede ver un gran anfiteatro romano muy bien conservado.

La entreverada historia de esta región del mundo se continua hoy en la compleja situación política y social del Medio Oriente, de la cual Jordania es parte integrante. El reino de Jordania es gobernado por una rama de la familia real saudita que encabezó la rebelión contra el imperio otomano en la Primera Guerra Mundial. Después de ser un protectorado inglés, la independencia le llegó como reino de Transjordania junto con la controvertida resolucion de la ONU que creó el Estado de Israel. Transjordania, ahora Jordania, se vio entreverada en las distintas guerras que los árabes perdieron con los israelíes desde 1948. Sin embargo, su rey Hussein, de largo y astuto reinado, expulsó en 1971 a la Organizacion para la Liberacion de Palestina (OLP), liderada por Yasser Arafat y, gradualmente, fue acercando posiciones hasta lograr un entendimiento con Israel sin romper del todo con los otros países árabes. El actual rey, su hijo Abdallah, mantiene esa política, conteniendo, gracias a la lealtad de los beduinos y a un sistema político retorcido, la expansión de los islamistas (conocidos por la prensa occidental como fundamentalistas). Por ahora le viene saliendo bien.

Dejamos Amman en una jornada agotadora en que, sin haber hecho demasiados kilómetros (unos 70), tuvimos que subir casi el 70% de la distancia recorrida. Primero para salir de la ciudad, donde la cartelería mayoritariamente en árabe sin transcripción a las letras latinas no nos facilitó el camino y tuvimos que desandar algunos kilómetros, perdiendo tiempo y sumando esfuerzo. El objetivo del día era Jerash, la antigua ciudad romana de Gerasa, las ruinas más importantes del país después de Petra. Al llegar al pueblo, nos informaron erróneamente (o intencionadamente) que el único alojamiento del lugar era un hotel que quedaba ocho kilómetros montaña arriba. Fue una de las pendientes más difíciles de todo el viaje, y llegamos muertos. Al día siguientre, luego de bajar en 20 minutos lo que habíamos subido en dos horas, vimos un hotel con guardería de bicicletas unos metros más adelante del punto en que habíamos doblado hacia la cima.

Las ruinas de Jerash están muy bien conservadas, mostrando el esplendor de una ciudad imperial de provincia, con su hipódromo, dos anfiteatros, numerosos templos y calles con columnas. Formaba parte de la llamada Decápolis, una liga comercial de diez ciudades que los romanos establecieron para fortalecer su influencia en la región.

Esa misma tarde abandonamos Jerash rumbo a la frontera siria. Una subida mas, de cerca de 10 kilómetros, precedió a una agradable bajada que nos depositó a eso de las cinco de la tarde en la ciudad de At Ramtha, la última que atravesamos en Jordania.

No teníamos seguridad de que nos iban a dejar entrar a Siria, porque en su embajada en Amman nos habían denegado el visado, que teóricamente hay que obtener en el país de origen. Sin embargo, no hubo problemas. Después de cruzar una especie de tierra de nadie entre los dos países, llena de alambre de púas e instalaciones militares, llegamos al puesto fronterizo de la República Arabe Siria. Un amable oficial hizo los trámites, después de chequear que en nuestros pasaportes no hubiera trazos de haber pasado por Israel. Esperamos cerca de una hora hasta que nos entregaron los documentos con las estampillas del visado que nos permitiera seguir viaje.

Contentos, entramos en Deraa, la primera ciudad de nuestro onceavo país en este recorrido.

Ver fotos del trayecto entre Petra y la frontera siria

el trayecto en jordania


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